Page 258 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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otros ractores. Miranda pasó de eso porque sabía


              que aquel desgraciado estaría esperándola.





                  Luego  hubo  una  pausa  de  una  hora  más  o


              menos.  El  prime  time  en  Londres  ya  había


              pasado,  y  los  neoyorquinos  estaban  cenando.


              Miranda fue al baño, comió un poco, y cogió un


              par de trabajos infantiles.





                  Los  chicos  de  la  Costa  Oeste  volvían  de  la


              escuela  y  se  metían  directamente  en  los  caros


              ractivos educacionales que los padres ponían a su


              disposición.  Esas  cosas  creaban  una  plétora  de


              papeles extremadamente  cortos  pero  divertidos;


              en  rápida  sucesión  el  rostro  de  Miranda  se


              transformó  en  un  pato,  un  conejo,  un  árbol


              parlante,              la       eternamente                   elusiva             Carmen


              Sandiego,  y  el  repulsivamente  empalagoso


              Doogie el Dinosaurio. Cada uno representaba un


              par de líneas como mucho:





                 —¡Eso  es!  ¡B  es  por  balón!  Me  gusta  jugar  con


              balones, ¿y a ti, Matthew?





                 —¡Vamos, Victoria! ¡Puedes hacerlo!





                 —Las  hormigas  soldado  tienen  mandíbulas


              mayores  y  más  fuertes  que  las  obreras  y


                                                                                                          258
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