Page 253 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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viviesen, todos los ractores intentaban trabajar
durante esas horas. En la zona horaria de
Shanghai, El Turno iba desde las cinco de la madru‐
gada hasta la tarde, y a Miranda no le importaba
pasarse un poco si algún californiano bien situado
quería estirar un ractivo hasta bien entrada la
noche. Algunos de los ractores en su compañía no
llegaban hasta la tarde, pero Miranda todavía
soñaba con vivir en Londres e intentaba llamar la
atención de los sofisticados clientes de esa ciudad.
Por tanto, siempre iba a trabajar temprano.
Cuando acabó su calentamiento y entró,
encontró una oferta esperándola. El agente de
casting, que era un software semiautónomo, había
reunido una compañía de nueve clientes,
suficientes para ractuar en los papeles invitados de
Primera clase a Ginebra, que trataba de intrigas
entre ricos en un tren en la Francia ocupada por los
nazis, y que era a los ractivos lo que La ratonera al
teatro pasivo. Era una pieza colectiva: nueve
papeles invitados asumidos por los clientes, tres
papeles algo mayores y llenos de glamour
asumidos por ractores como Miranda. Uno de los
personajes era, sin que los demás lo supiesen, un
espía aliado. Otro era un coronel de incógnito de las
SS, otro era un judío en secreto, otro era un agente
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