Page 468 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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que se os ha acabado la suerte. No puedo sentarme


              en mi cálido y cómoda casa, y comer mi comida


              abundante  y  sabrosa  sin  sentirme  culpable,


              sabiendo  que  estáis  aquí  sufriendo.  ¿Por  qué  no


              venís conmigo y me dejáis cuidar de vosotros?


              —No dejaré a mis amigos —dijo lo Princesa Nell.


                 —Por supuesto que no, no lo sugería —dijo el


              extraño—. Lástima que duerman. Vamos, ¡tengo


              una idea! Ven tú conmigo, y que tu amigo el co‐


              nejo  se  quede  despierto  vigilando  a  tus  amigos


              durmientes, y yo te mostraré mi casa... ya sabes,


              demostrarte que no soy un malvado extraño que


              intento  aprovecharse  de  ti,  como  se  ve  en  esas


              estúpidas  historias  para  niños  que  sólo  leen  los


              bebés. No eres un bebé, ¿verdad?


                 —No, no lo creo —dijo lo Princesa Nell.


                 —Entonces  ven  conmigo,  déjame  explicarme,


              pruébame,  y  si  resulta  que  soy  un  buen  tipo,


              volveremos  y  recogeremos  al  resto  de  tu  grupo.


              Vamos, ¡no malgastemos el tiempo!


                 La Princesa Nell encontró difícil decirle que no


                 al extraño.


                 —¡No vayas con él, Nell! —dijo Pedro. Pero al


              final,  Nell  fue  con  él  de  rodas  formas.  En  su


              corazón sabía que no estaba bien, pero su cabeza


              era tonta, y como todavía era una niña pequeña,


              sentía que no podía decir no a los hombres adultos.






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