Page 80 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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estaba el pupitre que ella usaba para su corres‐
pondencia social, en realidad una mesa con la parte
superior de genuino mármol, cubierta con papeles,
de ella y de otros, apenas identificables en la
distancia como tarjetas de visita, notas e
invitaciones de varias personas que esperaban un
filtrado. La mayor parte del suelo del tocador
estaba cubierto por una alfombra gastada, en
algunos sitios hasta tal punto que se veía la matriz
subyacente de yute, pero tejida a mano y decorada
por genuinos esclavos chinos durante la dinastía
Mao. Su única función real era proteger el suelo del
equipo de ejercicio de Gwendolyn, que brillaba
pese a la poca luz que atravesaba las nubes de
Shanghai: una unidad de ejercicios fabricada en el
taller de Beaux‐Arts, una máquina de remo
decorada inteligentemente con serpientes de mar
que se retorcían y pesadas nereidas, un juego de
pesos apoyados sobre cuatro cariátides de buenas
formas; nada de fornidos griegos sino mujeres
modernas, una por cada grupo racial importante,
con los tríceps, glúteos‐, músculos dorsal, sartorios
y rectos anteriores resaltados. Ciertamente
arquitectura clásica. Se suponía que las cariátides
debían de ser modelos; a pesar de sutiles
diferencias raciales, cada cuerpo encajaba en el
ideal del momento: cinturas de veintidós centí‐
metros, no más de un 17 % de grasa corporal. Ese
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