Page 354 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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llo era el comienzo de su bajada hacia lo incons‐
ciente; estaba preparada para el Infierno, para el
Gulag oscuro del otro hemisferio. Cuando se relaja‐
ra y aflojara su resistencia, la osa daría cuenta de
ella, exactamente como la leona había despachado
a Sean y el unicornio a Denise. En apariencia, la es‐
cena era alegre: una feria gitana. O, por lo menos,
fingidamente medieval: el baile de san Vito. Evi‐
dentemente, no había comunicación con ella, ni
medio para ponerla sobre aviso. Ella y su osa (su
alma contraria) estaban ya ligadas como los polos
de un imán en una herradura. Para plantar en
aquel lugar la semilla de su nuevo yo, tendría que
superar el Infierno a su manera.
Sin dejar de silbar con fuerza, siguió bailando
mientras la osa parodiaba sus pasos, entre gruñi‐
dos y resoplidos.
—¿Quién diablos...?
Austin Faraday estaba en lo alto de la rampa
de acceso. Llevaba todavía el traje de la Schiaparelli,
y una máscara filtrante que le cubría la nariz y la
boca.
—¡Athlone! ¡Ha vuelto usted! Santo Dios, le ha
salido el pelo, ¿o es que lleva peluca? Eso que viste
es uno de nuestros uniformes, pero hecho trizas.
¡Ah! ¡Esos malditos monos...!
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