Page 352 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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Atraído por sus gritos, un pequeño oso pardo
salió al prado con pasos torpes. Erguido sobre sus
patas traseras, le contemplaba con ojos miopes; en
realidad, en esa postura no parecía ya tan pequeño.
El oso avanzó unos pasos, mientras daba palmadas
con las manos como anunciando que iba a macha‐
carle la cabeza. Era una osa, y él pensó que a lo me‐
jor se trataba de Tania Rostov, transformada en
cómico, aunque peligroso emblema ruso, por la ac‐
titud tan cerril que había adoptado frente al mundo
bosquiano.
—¿Tania...?
Aunque no coincidía por completo, ¡induda‐
blemente era una criatura en consonancia con ella!
Deteniéndose, pero sin dejar de balancearse, la
osa dijo algunas palabras guturales y gruñonas que
podían pasar por rusas.
—¡No te entiendo!
Las personas no se transformaban realmente en
pájaros y bestias; ésa era la parcela de la horda
mental subdividida. No obstante, seguía oliéndole
a Tania.
Se oyó una carcajada en los matorrales. Tania
en persona salió desnuda de entre ellos. ¿Se habría
vuelto loca? La rusa estaba recubierta de barro y
hojas que la hacían asemejarse a un soldado de in‐
fantería camuflado, aunque lo de ella era un ma‐
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