Page 350 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Sí —admitió Sean.

                      Podía  intuir  a  Muthoni,  Denise,  Jerónimo...  al

               Diablo, al Dios, y el lugar que ocupaban todos ellos


               en el proceso de transformación en seres de un tipo

               más elevado. Si centraba su mente en ello, intuía su

               posición, como las trazas en la cámara de niebla si‐


               túan la colisión de sus «partículas» con otras partí‐

               culas, liberando energía que da lugar a nuevas par‐

               tículas cargadas, que de este modo se transforman


               lentamente a sí mismas. En cuanto a Jerónimo, pa‐

               recía un producto perenne de la desintegración (o


               mejor  dicho,  una  partícula  de  intercambio,  como

               esos fotones que se intercambian en las interaccio‐

               nes entre partículas, pero siguen siempre allí): una


               unidad de observación. Una traza de luz en la lente

               que era el microcosmos de aquel planeta. Podía in‐


               tuir sus curvas de distribución, sus rayas espectra‐

               les (y qué partículas tan exóticas, y sin embargo de

               larga  vida,  eran  todas  aquellas  bestias  «alieníge‐


               nas» y aquellos pájaros, cada uno representado por

               la  firma  de  su  energía  psíquica  propia...).  Por  un

               momento,  el  Jardín  floreció  para  él  como  un  cali‐


               doscopio  de  energías  chispeantes,  en  proceso  de

               transformación, un intercambio de luz viviente.

                      —Las viejas lealtades son rémoras, Sean. Ve y


               desengánchate tú mismo.




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