Page 179 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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metido no entrañaba ningún peligro para mí. ¿Podía ser
que el otro traductor de español hubiese muerto en un
accidente al salir a comprar? Entonces, ¿por qué no
había cerrado la puerta al salir? ¿Y por qué se había
llevado la carpeta con la traducción? Yo, como mucho,
habría podido dejar la puerta abierta para ir a la
trituradora de basuras. Moscú es una ciudad insegura.
Con sólo echar una ojeada a la sección de «Varios» de
un periódico cualquiera, lo primero que se nos ocurre
es hacernos instalar una puerta doble de acero y no
volver a salir de casa después de que oscurezca. Si
examinábamos el incidente con ojos críticos, parecía
que se tratara más bien de un secuestro. Con todo, el
traductor debía de haber abierto la puerta por voluntad
propia, e indudablemente había seguido a los visitantes
sin defenderse y sin cerrar la puerta al salir.
Lo que le había ocurrido a mi predecesor no podía
ser nada serio. En cambio, la suerte del pobre empleado
me daba escalofríos. Estaba claro que el hombre sabía
algo. Un secreto que no se había atrevido a revelar a los
investigadores, ni tampoco a mí, probablemente porque
temía que lo tomaran por loco. Si le hubiera dicho la
verdad a la policía, tal vez le habrían brindado
protección... o quizá lo habrían mandado a una clínica
psiquiátrica. ¿Quién sabe? Si lo hubiera hecho, tal vez
habría salvado la vida. No es probable, me dije a mí
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