Page 180 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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mismo: unos delincuentes que no se sirven de puertas
ni ventanas tampoco se habrían amilanado por los
escasos vigilantes y los muros de una institución.
—¿No saben bien? —me dijo la camarera,
preocupada, y señaló las brochetas, que se habían
enfriado hacía rato.
Perdido en mis pensamientos, negué con la cabeza,
y la chica suspiró, probablemente porque tenía miedo
de que no le diera propina. Entonces, de repente, dijo:
—Venía siempre aquí a comer al mediodía.
—¿Quién?
—Ilya... Semyonov. Ese al que mataron. —Lena
sollozó—. Era simpático, siempre estaba de buen
humor. Siempre bromeaba y nos dejaba el cambio.
Asentí con la cabeza y traté de imaginarme a aquel
gafotas antipático y engreído bromeando con las
muchachas. Estuve a punto de lanzarle una indirecta,
pero me contuve... Al fin y al cabo, yo tampoco tenía
mucha habilidad con las mujeres.
—Ese mismo día Ilya comió aquí. Me acuerdo bien
porque nunca había bajado tan tarde. Normalmente
venía durante la pausa del mediodía. Estaba casado y
tras cerrar la oficina volvía a casa... —Como para
justificarse, la chica añadió—: Algunas veces había
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