Page 225 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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pensaron que sus propios compañeros habían tratado de
envenenarlos, y que éstos, por medio de una tal conjura,
trataban de empequeñecer el número de los que participarían
en el reparto de los tesoros que muy pronto tendríamos que
encontrar en los templos abandonados. Que a partir de
entonces se negaron a probar el agua y la comida, por miedo a
nuevos intentos de asesinato, y también exhortaron a los
enfermos que no creían en tales cosas a que hicieran lo
mismo. Que con ello dificultaron su propia curación y
suscitaron las iras de fray Joaquín y sus asistentes, que se
habían esforzado por tratarlos y devolverles sus fuerzas.
Que otros atribuyeron la culpa del infortunio al último
guía que quedaba con nosotros, y los había, incluso entre los
sanos, que prestaban crédito a tales opiniones, y exigían que
se torturara al indio para obtener de sus labios la verdad, para
saber si había sido él el culpable de que se abatiera sobre
nosotros la desgracia. Que también Vasco de Aguilar los
escuchó, pues al tratarse de un hombre de fuerza y vigor
inusuales soportaba como ningún otro la dolencia, pero ésta,
en cambio, le había turbado el entendimiento. Que, presa de
la locura, cual toro herido, atravesó a la carrera el
campamento en busca del indio, y juró por la Santa Madre de
Dios que le haría pagar con sus propias manos su nociva
hechicería.
Que, sin embargo, fray Joaquín demostró una gran
sabiduría y los trató mediante sangrías y paños húmedos en
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