Page 272 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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presa que advertía a los intrusos que no entraran en su
territorio.
—Sí, por supuesto, ya lo entiendo. Discúlpeme, por
favor...
—Le ruego que nos entregue el trabajo tan pronto
como lo haya terminado —siguió diciendo, como si no
hubiera sucedido nada—. Siempre hay alguien en
recepción. Que tenga usted un buen día.
Había oscurecido con sorprendente rapidez, como
si alguien hubiese apagado de pronto la luz. En el
momento de entrar en el edificio donde se hallaba la
agencia de traducción, las calles aún estaban bañadas
en esa bruma opalina del atardecer. Tan sólo quince
minutos más tarde parecía como si alguien hubiera
impregnado generosamente la atmósfera con tinta
china. De no ser por las luces callejeras, la tierra se
habría encogido hasta transformarse en una mancha
menuda, quizá con un radio de veinte pasos: el lugar
donde me encontraba.
Decidí no volver a tentar el destino y fui en metro.
Después de oscurecer me sentía mucho menos seguro.
Ni la alegría que me insuflaba mi inminente viaje por el
tiempo ni la cada vez más cercana resolución del
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