Page 277 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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Que proseguimos por la ruta del sacbé y, mediante la
observación de las estrellas, llegué a la conclusión de que nos
dirigíamos al sudeste. Que las primeras horas de ese camino
nos sorprendieron por su desacostumbrada facilidad, puesto
que, por primera vez al cabo de muchos días, no habíamos de
estar pendientes del traicionero cenagal, sino que pisábamos
sobre una vía empedrada.
Que, con todo, la facilidad con la que avanzábamos era
engañosa; que el camino, maldito de tal manera que ahora, al
recordarlo, me parece más bien un ser vivo, atrapó a los
viajeros, porque los sedujo con sus piedras niveladas, y su
cielo abierto y despejado de lianas. Que tendríamos que
habernos imaginado antes la razón por la que ni plantas ni
animales osaban hollar el sacbé y éste se hallaba siempre
despejado y libre de toda suciedad.
Que, al cabo de cierto tiempo, nuestra partida sufrió otro
infortunio: que caminábamos con esfuerzos cada vez mayores
y nuestros propios pasos nos consumían las fuerzas como si el
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