Page 315 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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Pero, desde el momento en el que me cautivó el
relato de aquel español, su realidad, su verdad, logró
que fuese el mundo real el que me pareciera un
escenario de cartón. La mágica realidad de la crónica
me hacía insoportable la mera idea de regresar a mi
propia, mi pálida, plúmbea vida.
En compañía de los hoscos conquistadores de
frondosa barba me sentía mejor que con los pocos
compañeros de mi época de estudios con los que,
sorprendentemente, aún seguía en contacto.
Compartiría de buena gana los infortunios de los
españoles y no me arredraría ante los peligros que los
amenazaban y que habían penetrado en mi propia vida.
Lucharíamos juntos por descubrir el verdadero sentido
de la expedición, y yo tendría el honor de ser uno de los
primeros en hallarlo.
He releído como mínimo tres veces estos últimos
párrafos. Me he sentido como un ingenuo turista en un
viaje organizado que, después de un largo trayecto en
un autocar traqueteante, y de haber seguido entre
traspiés a un guía moreno y musculoso por un sendero
estrecho y resbaladizo, maldice al mundo entero, y se
lamenta, sobre todo, de haber creído en las promesas de
la agencia. Hasta que por fin llega a lo alto de la
montaña de sus sueños y una vez allí el guía le concede
una pausa. Entonces aparta el ramaje y se ofrece a sus
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