Page 320 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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sorprendente tempestad, ni las advertencias de los
angustiados indios (indudablemente, los planes del
guardián habían llegado a oídos de los ancianos
mayas), ni el ataque de los salvajes nativos, ni la fiebre
de los pantanos, ni el penoso avance por la selva virgen.
Sí, los soldados murmuraban, pero los oficiales habían
arrancado de raíz todos los brotes de rebelión.
El guía indio creía saber quién era el hombre que
estaba al corriente del verdadero objetivo de la
expedición, de lo que tenían que buscar y de los
motivos por los que fray Diego de Landa los aguardaba
con tanta impaciencia. Yo tampoco tardaría mucho
tiempo en saber de quién se trataba.
Pero, mientras determinadas fuerzas pugnaban por
romper el sello y descubrir el secreto, habría también —
si es que teníamos que tomarnos en serio las
advertencias de Juan Nachi Cocom— otros actores que
se les opondrían y que tratarían de proteger su saber.
Desde ese punto de vista, no era ya posible contemplar
las desgracias que había padecido el cuerpo
expedicionario como mera casualidad. Eran la
expresión de una voluntad demoníaca o divina.
Me acordé del capítulo en el que los conquistadores
españoles, al inicio de la expedición, perdían a la mitad
de sus soldados: los que se habían quedado atrás para
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