Page 226 - STARMAN'S QUEST - Silverberg Robert
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—¡Qué  bonita  es  esta  nave  verde!  ¿Quién  será

              el feliz mortal que la posee?

                    A Alan le daban ganas de decirles: «Es mía.  Su


              propietario soy yo, Alan Donnell.» Pero se hubieran

              reído  de  él.  Los  mozos  de  menos  de  diecinueve

              años  no  poseían  naves  último  modelo  que   valían


              225.000 créditos.

                   Ardía  en  deseos  de  estrenarla;  pero,  tras  un


              aplazamiento, venía otro. Primero, tenía que ganar

              el  título  de  piloto,  y  para  eso  había  de  estudiar  y

              examinarse; pero, como ya había aprendido muchas


              cosas  en  la Valhalla            —astrogación,  etc.—,

              bastóle  seguir  un  curso  abreviado  de  seis  meses.


              Alan se desesperaba al pensar que se le iba a hacer

              larguísimo  ese  medio  año,  pero  sabía  que  era

              necesario  hacer  esos  estudios.  Por  pequeña  que


              fuese  una  astronave,  era  un  arma  peligrosa  en

              manos  inhábiles.  Una  astronave  mal  gobernada

              descendía hacia la tierra a una velocidad tan gran‐


              de, que podría causar millares de muertes. La onda

              de choque podía arrasar una extensión de tierra de

              ochenta kilómetros cuadrados.


                   Fue aprobado en junio de 3879, un mes después

              del vigésimo aniversario de su nacimiento. Para ese


              tiempo ya había computado y vuelto a computar un

              centenar de veces su órbita para ir a Venus.



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