Page 51 - STARMAN'S QUEST - Silverberg Robert
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CAPÍTULO IV


                   A la mañana siguiente, Roger Bond contó a Alan

              sus impresiones de la velada.


                   —La  cosa  más  aburrida  que  puedas  imaginar.

              Los  viejos  de  siempre.  Los  mismos  bailes  pasados

              de moda. Me preguntaron por ti un par de personas


              y les dije que no sabia dónde estabas.

                   —Hiciste bien.

                   Cruzaron  frente  al  grupo  de  edificios  viejos  y


              feos del Recinto.

                   —Habrán  pensado  que  estaba  enfermo  —dijo

              Alan—.  Y  estaba  enfermo,  en  efecto;  enfermo  de


              fastidio.

                   Él y Roger se sentaron con precaución en el bor‐


              de  de  un  banco  de  piedra  que  amenazaba  venirse

              abajo.  Guardaron  un  rato  de  embarazoso  silencio.



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