Page 175 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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cuando empezó a subir la pendiente.
—¡Bastardo! —gritó el muchacho, echando a
correr para alcanzarle.
Scott estaba sin aliento antes de llegar a la acera.
Estuvo a punto de tropezar con el borde; se
balanceó hacia delante con las manos extendidas y
las piernas en movimiento, pero acabó por recobrar
el equilibrio y siguió corriendo. Sintió una aguda
punzada en el costado. Detrás de él, el ruido de
unos zapatos sobre el cemento denotaba el rápido
avance de su perseguidor.
—Lou —lloriqueó, sin dejar de correr, con la
boca abierta.
Veinticuatro metros más arriba estaba su casa.
Entonces se dio cuenta de que no podía entrar en
ella, porque de este modo sabrían dónde vivía,
sabrían dónde vivía el hombre menguante.
Apretó impulsivamente las mandíbulas y giró
por un callejón oscuro.
Alargó las manos, con la idea de abrir alguna
puerta lateral y, sin dejar de correr, cerró de un
portazo la primera que encontró para hacerles creer
que había entrado por ella. Pero aquella casa estaba
demasiado cerca de la suya. Siguió corriendo,
jadeando. Los muchachos entraban en aquel
momento en el callejón, haciendo crujir la gravilla
con sus zapatos.
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