Page 179 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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Al despertarse siempre realizaba una
evaluación de sus dolores.
Tenía la garganta seca y le dolía como si tuviera
una herida en carne viva. Su rostro se contrajo al
tragar saliva. Lanzando un gemido, dio media
vuelta. El dolor que sintió al frotar su sien lacerada
contra la cabeza del clavo le despertó
completamente.
Cuando se disponía a incorporarse, unas púas
ardientes rozaron los músculos de su espalda y se
dejó caer hacia atrás con un suspiro. Alzó la vista
hacia las polvorientas entrañas del calentador.
Pensó: «Hoy es jueves; me quedan tres días».
Le dolía la pierna derecha. Tenía la rodilla
izquierda hinchada. Dobló la pierna a modo de
prueba y tuvo un sobresalto cuando el dolor sordo
se convirtió en irresistible. Se mantuvo inmóvil un
momento, para que el dolor se calmara. Se palpó la
cara, pasando los dedos por encima de los rasguños
y las lágrimas.
Finalmente, con un gemido, se incorporó con
esfuerzo y se puso en pie, agarrándose a la negra
pared para no caerse. ¿Cómo era posible que se
hubiera hecho tanto daño en tan pocos días? Había
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