Page 196 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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al borde. Puso un pie encima de él, con la mirada


            fija en sus invisibles profundidades.


                   «Oh, Dios mío, ¿por qué no…?».


                   Dio  media  vuelta  y  se  alejó  del  agujero


            caminando con rigidez, con las manos cerradas a lo


            largo  del  cuerpo.  «¡Es  inútil!»,  hubiese  querido


            gritar. ¿Por qué no podía bajar al agujero? ¿Por qué



            no, como una grotesca y actual Alicia, internándose


            en otro mundo?


                   Al  principio  creyó  que  era  una  pared  roja.  Se


            detuvo frente a ella y la observó detenidamente. La


            tocó. Ni piedra ni madera. Era la manguera.


                   Paseó a su alrededor hasta llegar a uno de sus


            extremos.  Allí  contempló  el  largo  y  oscuro  túnel


            que se alejaba de él describiendo una curva. Subió


            a la anilla de metal y se detuvo sobre una ranura,



            pensando.  A  veces,  al  coger  una  manguera,  se


            escapan algunas.





                   gotas de agua por el extremo.


                   Con  un  sobresalto,  se  internó  por  el  túnel  de


            suelo resbaladizo, golpeándose con las paredes allí


            donde  la  manguera  giraba  bruscamente,  y



            corriendo lo más posible por el tortuoso laberinto.


            Hasta que, al girar hacia la derecha por centésima


            vez,  se  encontró  sumergido  hasta  los  tobillos  en


            líquido frío. Con un sollozo de alivio, se agachó y






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