Page 193 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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pesadamente con un gruñido de sorpresa.


                   Permaneció  largo  rato  sobre  el  frío  cemento,


            parpadeante y con los brazos rodeando su propio


            tórax. El estómago le retumbaba de hambre. Trató


            de levantarse. Tuvo que apoyarse en la esponja. La


            respiración salía de su nariz en cortas y ardientes


            bocanadas.  Tragó  saliva.  «Necesito  agua».  Las



            lágrimas rodaron por sus mejillas. No había agua


            disponible. Descargó un impotente puñetazo sobre


            la esponja.


                   Al  cabo  de  unos  minutos  dejó  de  llorar  y,


            volviéndose lentamente, se internó en la oscuridad


            hasta chocar con la pared que constituía la tapa de


            la caja. Se cayó al suelo. Murmurando, trepó al lado


            de la tapa nuevamente y, levantándola primero con


            las manos y después con la espalda, salió de debajo



            de ella.


                   Fue como entrar en un frigorífico. Un escalofrío


            le  recorrió  la  espina  dorsal.  Se  puso  en  pie  y  se


            apoyó en la tapa de la caja.


                   Era  por  la  tarde;  había  dormido,  entonces.  Se


            veían algunos rayos de sol a través de la ventana


            situada sobre el montón de troncos, la ventana que



            daba al sur. Calculó que serían las dos, o las tres.


            Había transcurrido la mitad de otro día; más de la


            mitad.


                   Se giró, y dio un débil puñetazo a la pared de






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