Page 191 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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Y cuando ella hubo terminado de vendarle, él


            bajó otra vez al sótano; el refugio adonde siempre


            huía en aquellos días. Y se quedó junto a la puerta,


            contemplando el sótano con desesperación y cólera.


                   Se agachó y cogió una piedra que había en el


            suelo,  pensando en todas  las  cosas que  le habían


            ocurrido durante las últimas semanas. Pensó en la



            desaparición  de  casi  todo  el  dinero,  en  la


            imposibilidad de Lou para encontrar trabajo, en la


            creciente falta de respeto de Beth, en las ansiadas


            noticias del Centro Médico y en su cuerpo cada vez


            más reducido. Y mientras pensaba en ello, su cólera


            aumentaba, sus labios se apretaban y su mano se


            cerraba sobre la piedra como una garra de acero.


                   Cuando  vio  a  la  araña  en  la  pared  que  había


            frente a él, retrocedió bruscamente y le tiró la piedra



            con toda su fuerza. La roca dejó pegada una de las


            patas de la araña a la pared y ésta huyó a toda prisa,


            dejando  la  pata  a  sus  espaldas.  Scott  permaneció


            junto a la pared, mirando retorcerse la pata como


            un  cabello  viviente.  Y,  con  el  rostro  inexpresivo,


            pensó: «Algún día, mis piernas tendrán ese mismo


            tamaño».



                   Le  resultaba  imposible  de  creer…,  pero  sus


            piernas  ya  eran  de  aquel  mismo  tamaño,  y  el


            descenso  de  su  existencia  se  aproximaba  a  la


            inevitable conclusión.






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