Page 1027 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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—¿Vais a hablar en contra de nuestro capitán?



                 Aquél era un tipo extraño, pensó: empezando por su


           orden, cuando los religiosos de la expedición eran casi

           todos  dominicos.  Era  una  especie  de  enigma  cómo

           Tanaquil  había  conseguido  venir,  para  ganarse  con  el

           tiempo la confianza de Francisco Pizarro. Bien, eso último


           podía deberse a sus conocimientos y maneras agradables,

           ambos raros en aquella compañía.



                 —No,  no,  claro  que  no  —dijo  el  fraile—.  Y  sin

           embargo… —Dejó de hablar.



                 Castelar se sintió un poco incómodo. Creía saber lo


           que pasaba bajo el cráneo tonsurado. Él mismo se había

           preguntado por la corrección de lo que habían hecho el

           año  anterior.  El  inca  Atahualpa  había  recibido  a  los

           españoles  en  paz;  dejó  que  se  alojaran  en  Caxamalca;


           entró  en  la  ciudad  por  invitación,  para  continuar  las

           negociaciones, y su litera lo llevó a una emboscada. Sus

           asistentes fueron asesinados a cientos mientras que él era


           hecho  prisionero.  Ahora,  por  orden  suya,  sus  súbditos

           retiraban  toda  la  riqueza  del  país  para  llenar  una

           habitación  con  oro  y  otra  con  plata,  el  precio  de  su

           libertad.



                 —Es  la  voluntad  de  Dios  —contestó  Castelar—.



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