Page 1031 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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en la Casa de la Serpiente, como la llamáis, después de

           completas.




                 Sobre la tierra alta las estrellas refulgían con claridad

           y  en  infinito  número.  La  mitad  o  más  de  ellas  eran

           desconocidas  para  los  cielos  europeos.  Castelar  se

           estremeció  y  se  apretó  más  la  capa.  Su  aliento  era  de


           vapor  y  sus  botas  resonaban  en  las  calles  estrechas.

           Caxamalca  lo  rodeaba,  fantasmal  en  la  oscuridad.

           Agradeció  el  peto,  el  casco,  la  espada,  aunque  allí

           pareciesen  innecesarios.  Tahuantinsuyu  era  como


           llamaban  los  indios  a  la  región:  Cuatro  cuartos  del

           mundo; y de alguna forma eso parecía más adecuado que

           Perú,  un  nombre  cuyo  significado  nadie  conocía  con


           seguridad, para un reino cuya extensión empequeñecía la

           del Sacro Imperio romano. ¿Estaban ya dominados, o lo

           estarían alguna vez, sus gentes y sus dioses?



                 La idea no era digna de un cristiano. Se apresuró.



                 Los  vigilantes  del  tesoro  eran  una  visión


           tranquilizadora. El resplandor de las linternas se reflejaba

           en  armaduras,  picas,  mosquetes.  Aquellos  eran  los

           rufianes  de  hierro  que  habían  venido  desde  Panamá,

           atravesado  junglas,  pantanos  y  desiertos,  destrozado  a


           todos sus enemigos, levantado fortalezas, atravesado en

           un puñado una cordillera que desafiaba los cielos para

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