Page 758 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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Por su parte, ese interludio relajado no había matado
su estado de alerta. Al contrario. Además, familiarizarse
con la ciudad natal de ella, el escenario en el que había
crecido, le daba cierto conocimiento sobre Floris. Lo
necesitaba. Podrían llegar a trabajar muy estrechamente.
La ruta a pie desde el Musemplein lo llevó por la
Singelgracht y por parte del Vondelpark. El agua rielaba,
hojas y hierba relucían por la luz del sol. Un chico remaba
en una barca alquilada, con su chica en la proa frente a
sus ojos; una pareja de pelo gris caminaba de la mano bajo
árboles con más años que ellos; una bandada de ciclistas
pasó a su lado en medio de una tormenta de gritos y risas.
Recordó nuevamente el Oude Kerk, los Rembrandt, sí, los
Van Gogh que todavía no había visto, toda la vida que
palpitaba en la ciudad hoy y en el pasado y el futuro, todo
lo que la producía y la alimentaba. Y conocía toda su
realidad por un parpadeo espectral, anillos de difracción
sobre un espacio‐tiempo abstracto e inestable, un
resplandor plegado que en cualquier instante podía no
sólo dejar de ser sino dejar de haber sido.
Las torres coronadas de nubes, los espléndidos palacios,
los solemnes imperios, el gran globo del mundo,
sí, todo lo que se hereda habrá de disolverse.
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