Page 797 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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preciso, dejabas morir a tu compañero.
—En todo caso —siguió diciendo Burhmund,
evidentemente deseoso de dar por zanjado el tema—, su
ferocidad disminuye. Quizá la diosa misma quiera el final
de la guerra. ¿Qué hay que ganar después de haber
ganado aquello por lo que la empezamos? —Su suspiro
se perdió en el viento—. Yo también he tenido mi ración
de batallas.
Clásico se mordió el labio. Era un hombre bajo, lo que
podía haber alimentado la ambición que ardía en él,
aunque un rostro aquilino apoyaba la ascendencia real
que decía tener. Al servicio de Roma había mandado la
caballería de térreos, y fue en la ciudad de esa tribu gala,
la que se convertiría en Tréveris, donde él y otros
conspiraron por primera vez para sacar partido del
levantamiento germano.
—Nos queda por ganar el dominio —respondió—, la
grandeza, la riqueza, la gloria.
—Bien, yo soy un hombre de paz —dijo Everard por
un impulso. Si no podía detener lo que iba a suceder ese
día, podría al menos, de forma débil y fútil, protestar.
Notó que lo miraban con escepticismo. Sería mejor
que lo desmintiera. ¿Él, un pacifista? Fingía ser un godo,
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