Page 804 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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su juramento. —Estaba claro que le disgustaba la idea y
la había seguido porque debía hacerlo.
Clásico se encogió de hombros.
—Son inútiles hasta que los alimentemos, y después
no serán de fiar. Mátalos si quieres.
Burhmund se envaró.
—No quiero. Eso provocaría aún más a los romanos.
No es prudente —vaciló—. Sin embargo, es mejor hacer
un gesto. Voy a enviarle a Veleda el dignatario. Ella
puede decidir qué hacer con él y convencer a la gente de
que es lo correcto.
—Como desees. Ahora, por mi parte, tengo asuntos
propios. Adiós.
Clásico azuzó el caballo y se alejó hacia el sur a medio
galope. Rápidamente adelantó los carros y a los
prisioneros, haciéndose más pequeño para desaparecer
cuando la carretera entró en una gruesa arboleda. Más
allá, Everard sabía que acampaban la mayoría de los
germanos. Algunos se habían unido hacía poco al tren de
Burhmund, algunos habían permanecido fuera de Castra
Vetera durante meses y estaban cansados de las chozas
sucias. Aunque todavía tenían pocas horas, los bosques
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