Page 825 - La Patrulla Del Tiempo - Poul Anderson
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El Ambrosía se dedicaba a la comida de Surinam y
caribeña. Situado en Stadthouderskade, en un vecindario
tranquilo cerca del Museumplein, era íntimo, justo en el
canal. Además de tener camareras bonitas, el cocinero
negro vino a discutir la comida con ellos en un inglés
fluido. El vino también estaba bien. Quizá la sensación de
evanescencia, ese calor, luz y sabor no más que un
momento en una oscuridad sin límites, algo que podría
resultar no haber sucedido nunca, añadía profundidad al
placer.
—Volveré andando —dijo Floris al final—. La noche
es preciosa. —Su casa estaba a dos o tres kilómetros.
—Te acompañaré hasta la puerta, si me dejas —le
respondió Everard con alegría.
Ella sonrió. Su pelo relucía contra la oscuridad de las
ventanas como el recuerdo de la luz del sol.
—Gracias. Eso esperaba.
Salieron al aire apacible. Olía a primavera, porque la
lluvia lo había limpiado con antelación y había poco
tráfico, en su mayoría un pulso de fondo. Pasó un bote
por el canal, dejando una estela.
—Gracias —repitió ella—. Ha sido encantador.
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