Page 85 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
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La penúltima verdad Philip K. Dick 85
‐No estábamos conversando ‐dijo Adams‐, sino
reflexionando.
El rostro de Lindblom no mostraba ninguna expresión.
Parecía ausente, vacío, pétreo. Le habían encargado una
tarea y se proponía cumplirla. Con su actitud parecía
recomendar a Adams que hiciera lo propio.
Pero... supuesto que el traidor no fuese Runcible, sino
otro...
Entonces, todo aquel proyecto, los artefactos simulados,
los artículos en Natural World, la «revelación» del
hallazgo, el juicio ante el Consejo de Reconstrucción, la
destrucción del imperio económico de Runcible y el
encarcelamiento de éste:
Serían inútiles.
Joseph Adams se echó a temblar. Porque, a diferencia
de Brose, a diferencia de Verne Lindblom y
probablemente también de Robert Hig y de cualquier otro
de quienes estaban al tanto del proyecto... él tenía el
terrible presentimiento de que todos se equivocaban.
Aunque su presentimiento no conseguiría detener el
proyecto.
En absoluto.
Volviéndose de nuevo de espaldas a Brose, Adams dijo:
‐Lindblom, pueden estar equivocados. Puede que el
culpable no sea Runcible.
No obtuvo respuesta. Lindblom no podía contestar
porque en aquellos momentos estaba de cara a Brose,
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