Page 89 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 89

La penúltima verdad                           Philip K. Dick   89


              ‐De  ti  depende ‐dijo  Adams  mientras  acudía  a  su

           escritorio para abrir la cartera y sacar de ella su discurso‐


           que me detengan o no.

              ‐Ya lo sé ‐murmuró Lindblom.

              Luego, junto a la puerta, Adams agregó:


              ‐Voy a procesar esto, luego lo haré pasar a cinta y que

           se  vaya  al  diablo.  Pero...  eso  que  llamamos  un  nuevo

           proyecto, consistente en falsificar aparatos extraterrestres


           a fin de poder encarcelar a un hombre que consagra su

           vida a proporcionar alojamiento decente a...

              ‐Los nazis ‐le interrumpió Lindblom‐ no contaban con


           órdenes  escritas  acerca  de  la  Solución  Final,  o  sea,  el

           Genocidio de los Judíos. Todo se hizo por vía oral. En


           comunicación  de  superior  a  subordinado,  todo  de

           palabra. Tenlo muy en cuenta.

              ‐Vamos a tomar una taza de café ‐dijo Adams.


              Lindblom se encogió de hombros.

              ‐Vete  al  diablo.  Ellos  han  decidido  que  sea  Runcible:


           ¿quiénes  somos  nosotros  para  llevarles  la  contraria?

           Dime... nómbrame a otro que tenga interés en decirles la

           verdad a los inquilinos de los tanques.


              ‐Ojalá pudiera hacerlo ‐repuso Adams, observando el

           desconcierto de Lindblom‐. Podría ser uno cualquiera de

           los miles de ex habitantes de los tanques, que ahora viven


           en los apartamentos Runcible. Bastaría con que uno de

           ellos consiguiera escapar, burlando la persecución de los

           agentes  de  Brose  o  de  Foote,  y  regresara  a  su  antiguo




                                                                                                              89
   84   85   86   87   88   89   90   91   92   93   94