Page 88 - La Penúltima Verdad - Philip K. Dick
P. 88
La penúltima verdad Philip K. Dick 88
La lejana voz de Webster Foote tenía un tono
autoritario; aquella frase, viniendo de él, era un juicio y al
mismo tiempo una orden.
‐Sí, señor Foote. Lo haré lo antes posible.
‐Muy bien ‐asintió Webster Foote‐. Lo antes posible.
Y cortó la comunicación desde Londres.
El técnico de Webster Foote Limited se volvió
inmediatamente hacia sus baterías de aparatos de
detección y grabación, que funcionaban económicamente
con muy poca energía sin dejar de dar un rendimiento
satisfactorio. Examinó las cintas visuales y gráficas que
corrían incesantemente, para asegurarse de que durante
el audiocontacto con sus superiores no se le había
escapado nada. No era momento de pasarse algo por alto.
No se le había escapado nada.
7
Y mientras todo esto ocurría, el soberbio discurso
escrito a mano permanecía intacto en la cartera de Joseph
Adams.
Lindblom seguía en pie, encendiendo un cigarrillo con
mano temblorosa y procurando no dejarse envolver, por
el momento, en ulteriores discusiones: ya estaba harto;
seguía allí sólo porque se sentía demasiado agotado para
irse.
88

