Page 238 - El largo viaje a un pequeño planeta iracundo - Becky Chambers
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que cada par sianat conocía. Vestían las capas del
universo en la piel, y tarareaban su ritmo con la boca.
Una punzada afilada floreció en lo profundo de su
muñeca, y por un instante, el par perdió el control de
la mano. La cuchilla se resbaló y les arañó la piel.
Ohan gorgotearon, más de sorpresa que de dolor.
Cubrieron la herida con los dedos de la otra mano,
balanceándose durante un instante hasta que la
sensación se mitigó en una leve quemazón. Ohan
exhalaron. Miraron el corte. Brotaba un hilillo de
sangre, manchando un pequeño mechón de pelaje.
Pero el corte no había sido profundo. Ohan se
levantaron con rigidez y fueron a la cómoda a buscar
una venda.
Era el primer estado del Declive: rigidez y espasmos
musculares. Al final, el dolor se extendería a los
huesos, y los músculos se volverían cada vez más
difíciles de controlar. El dolor desaparecería por
completo, pero era una clemencia engañosa, ya que
indicaba que las fibras nerviosas habían empezado a
morir. La muerte sobrevendría después, a su tiempo.
El Declive era una inevitabilidad en la vida de un par
sianat. Aunque el Susurrante desbloqueaba la mente
del Huésped, también acortaba su vida. Los solitarios
(huéspedes blasfemos que evitaban la infección, un
crimen castigado con el exilio) presuntamente podían
vivir unos cien estándares, pero ningún par había
vivido más de treinta. De vez en cuanto, doctores
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