Page 245 - El largo viaje a un pequeño planeta iracundo - Becky Chambers
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civilización arkánica en Shessha, o en los antiguos
lechos de fósiles del ahora estéril planeta Okik. Es una
cuestión con la que las comunidades científicas se han
enfrentado durante siglos, y parece poco probable
que aparezca una respuesta en un futuro cercano.
Hay muchas teorías: asteroides que transportan
aminoácidos, supernovas que estallan y expulsan
material orgánico a sistemas vecinos. Y, sí, hay una
fantasiosa historia sobre una raza sapiente
superavanzada que «siembra» la galaxia con material
genético. Admito que la hipótesis del «Jardinero
galáctico» ha impulsado las tramas de algunos de mis
simuladores de ciencia ficción preferidos, pero desde
una perspectiva científica, no es más que una ilusión.
No se puede tener una teoría sin pruebas, y no hay ni
una sola que apoye esta idea (sin importar lo que los
teóricos conspiranoides que acechan en los canales de
información del Enlace te hagan creer).
Por mi parte, creo que la mejor explicación es la más
simple. La galaxia es un lugar de leyes. La gravedad
sigue leyes. Los ciclos vitales de las estrellas y los
sistemas planetarios siguen leyes. Las partículas
subatómicas siguen leyes. Sabemos las condiciones
exactas que causarían la formación de una enana roja,
de un cometa, o de un agujero negro. Entonces, ¿por
qué no podemos reconocer que el universo sigue
leyes biológicas de una rigidez parecida? Solo hemos
descubierto vida en lunas terrestres y planetas de
tamaño similar, que orbitan en un estrecho margen
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