Page 49 - En los muros de Eryx - H.P. Lovecraft
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haberla podido encontrar. Un minuto más y se


               habría  salvado.  Y  ahora  era  yo  quien  estaba


               atrapado. Atrapado y con esta horda de curiosos


               mirones que me cercaban dispuestos a reírse de


               mi  situación.  La  idea  era  enloquecedora,  y,  al


               darme cuenta del trance en que me encontraba,


               me invadió un súbito sentimiento de pánico que



               me impulsó a correr sin rumbo por los pasillos


               invisibles.  Durante  unos  momentos  no  tuve


               conciencia  de  lo  que  hacía:  tropezaba,


               trastabillaba,  chocaba  contra  las  paredes


               invisibles;  finalmente  caí  en  el  barro  como  un


               montón               jadeante              y       lacerado               de        carne


               ensangrentada y sin conciencia.








               La caída me calmó un poco, de forma que cuando


               me puse trabajosamente en pie pude reconocer


               las cosas y ejercitar la razón. Los mirones que me


               rodeaban agitaban sus tentáculos de una manera


               rara e irregular que sugería una especie de risa



               maliciosa y extraña, por lo que les mostré el puño


               salvajemente  mientras  me  levantaba.  Mi  gesto


               pareció  aumentar  su  risa,  y  unos  cuantos  me


               imitaron torpemente con sus verdosos miembros


               superiores.  Avergonzado,  traté  de  serenar  mis


               facultades y analizar la situación.







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