Page 600 - Limbo - Bernard Wolfe
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ahora es un santuario. Uno nunca puede ser
demasiado cuidadoso.
El cielo estaba nublado, todo gris, vio las luces
encenderse en una de las salas acristaladas de la
planta baja. La puerta estaba abierta. Se deslizó
dentro, ocultándose rápidamente entre los
arbustos, y se acercó a la habitación acristalada.
Largas cortinas colgaban del techo por todos
lados, pero en varios puntos habían sido corridas
un poco a fin de permitir una cierta ventilación a
través de los abiertos paneles de las ventanas. De
pie sobre el césped a un lado de una de las
aberturas, podía ver de soslayo la habitación y oír
las voces de dentro.
Al primer golpe de vista la habitación parecía
una casa‐cuna: había como dieciocho o veinte
cochecitos de niño alineados en fila a lo largo de
la pared del porche. En un momento se dio cuenta
de que los ocupantes de los cochecitos (algunos
de ellos acostados en parejas, sus cabezas en los
lados opuestos de sus dobles canastillas) eran
todos tetras, cubiertos por esponjosas mantas
para bebés como los Anti que había visto en el
escaparate de Marcy. Dos mujeres estaban de pie
cerca de Martine, dándole la espalda, inclinadas
sobre uno de los cochecitos: llegó a la conclusión
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