Page 624 - Limbo - Bernard Wolfe
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el pecado, en cierto modo en el mito del padre, y



            luego había sido encarnada en el cuerpo del hijo.


            El padre, pecador, había recorrido casi quince mil


            kilómetros en busca de sí mismo, y encontró lo


            que estaba buscando en un carrito de niño, bajo


            una mantita infantil, haciendo pucheros porque


            quería  ser  un  mesías  y  pidiendo  pastel  de


            chocolate.  Ahora  tenía  que  descubrir  qué  parte



            exactamente de sí mismo yacía en aquel cochecito


            infantil. Allí, limpiamente cuidada y envuelta, se


            hallaba  su  indignidad  interior,  que  él  se  había


            llevado consigo para buscar debajo de todos los


            incógnitos.  El  dragado  había  terminado,  el


            cadáver de Martine acababa de ser localizado.



                  No quiso confiar el control del coche al robo‐


            conductor, prefirió conservarlo en manual. Ebrio


            de tristeza, apenas se fijaba en la carretera, pero


            viejas  costumbres  largo  tiempo  enterradas  se


            agitaron de nuevo para mantenerlo a la velocidad


            adecuada  y  en la  adecuada dirección.  Treinta  y


            cinco  años  atrás  había  recorrido  aquel  mismo



            camino muchos días con su padre, sus músculos


            no se habían olvidado de las curvas.


                  Pensó en Martine Sr., su padre. Un buen padre


            americano, dedicado y competente en su trabajo,


            muy poco efectivo fuera de él, un poco tímido en



                                                                                                      624
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