Page 640 - Limbo - Bernard Wolfe
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que ella llevaba a sus labios y que por su sabor se



            trataba  de  rotabunga  y  él  trataba  de  escupirla


            pero  ella  apretaba  su  garganta  y  no  tenía  más


            remedio que tragar. Ahora ella se colocaba sobre


            él  y  se  hundía  en  él  y   cabalgaba  sobre  él  y,


            mientras él yacía allí impotente y lleno de rabia —


            ¿y  ella  lanzaba  gritos  orgásmicos?—,  miró  por


            encima  del  hombro  de  ella  y  vio  la  torre  del



            Gandhiji  alzándose  como  una  gigantesca  aguja


            hipodérmica  por  entre  las  cumbres  de  las


            montañas allá donde debería estar el Kilimanjaro,


            vomitando  estricnina,  su  cumbre  nevada


            fundiéndose y derramando gotas enormes como


            dirigibles  que  caían  y  al  hacerlo  sus  superficies


            resplandecían  con  anuncios  luminosos  —


            ELUDID LOS VIRUS—, y se dio cuenta de que


            eran gelatinosos montones de tapioca y que iban



            a ahogarle.


                  —Yace padre, yace hijo —dijo el joven Tom,


            con una voz baja y autoritaria y rechinante desde


            su rincón que era el centro, nadando en tapioca.



                  Rembó se inclinó y le administró el antídoto.


            Un  sabor  refrescante.  Auténtica  leche.  Pero


            cuando  extendió  su  mano  hacia  adelante  la  vio


            oscilar  salvajemente  presa  de  un  trauma


            deliberado y se ruborizó. Cuanto más sonrojados



                                                                                                      640
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