Page 159 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
P. 159
que dormiría igualmente, aunque eso significase no
despertar más. Se arrastró al dormitorio, se cubrió
con todas las mantas que pudo y se quedó dormido
al instante.
Durmió abrazado a la pistola de clavos.
Joe abrió los ojos, y cuando descubrió que la
oscuridad lo rodeaba, gritó tan fuerte y durante
tanto tiempo que acabó tosiendo. Solo después de
eso comprendió que no había sido tragado por
ningún monstruo; era solo la oscuridad de la noche.
Ese conocimiento, sin embargo, le hizo dar un
respingo. Buscó a tientas la pistola de clavos y se
plantó junto a la cama, alerta. ¿Cómo era posible
que hubiera dormido todo el día? Los días eran más
cortos en esos meses del año, pero aun así tenía que
haber dormido casi diez horas.
Incluso en estado de alerta, Joe recordó haber leído
sobre eso en alguna parte. Llega un momento,
cuando el estrés es demasiado intenso, que el
cerebro se desconecta, como cuando un motorista
que está a punto de estrellarse sufre un desmayo.
«Era para que murieras en la cama, Joe —dijo una
voz burlona en su cabeza—. Para que no te dieras
cuenta de nada».
158

