Page 184 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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Pete descendió por el hueco y desapareció de
inmediato. Era sorprendente verlo bajar por la
rudimentaria escalera sin utilizar las manos, como
un virtuoso trapecista. Desde el sofá, Joe podía
percibir cómo el mal olor iba extendiéndose por la
habitación.
«Oh, Pete».
Silencio.
No quería bajar, no quería acercarse siquiera al
hueco, pero tampoco quería dejar a Pete solo con
aquella cosa extraña. Se quedó indeciso, esperando
ver cómo su cabeza reaparecía por el agujero; lo
imaginó desde todos los ángulos posibles, pero no
apareció. No se escuchaba nada. Joe empezó a
inquietarse. ¿Y si le había ocurrido algo?
—¿Pete?
Silencio.
Por fin, Joe se incorporó. Casi sin pensarlo, se ajustó
la parte superior del abrigo para que le cubriese la
nariz y se acercó al agujero. Al hacerlo, un tufo
espantoso lo golpeó como una bofetada; ahí abajo
olía a algo peor que a cadáver en descomposición;
olía a tierra fermentada, a humedad, a vísceras
agusanadas que han estado pudriéndose en una
tumba cerrada. ¿Cómo podía Pete estar ahí abajo?
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