Page 187 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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—Debió de empezar a construirlo mucho antes de


            que  nos  robara  —exclamó,  riendo  de  nuevo—.  Y


            luego nos hizo pensar que se lo había llevado lejos.



            La  cabeza  de  Joe  daba  vueltas,  vapuleada  por  la


            confusión  y  la  indescriptible  pestilencia  que  salía


            del sótano.




            —Pete…



            —Lo tenía en esa caja, ¿verdad? Sellada con grasa y


            lacres… ¡Por eso no podíamos percibirlo!



            Una  sensación  de  pinzamiento  le  atenazó  el


            estómago, fría y estéril como la mano de un muerto.


            Intentaba comprender lo que estaba pasando, pero



            en  lugar  de  obtener  respuestas,  su  mente  parecía


            retraerse  a  un  estado  de  pánico  que  empezaba  a


            conocer demasiado bien. Los márgenes de su visión


            se tiñeron de blanco.



            —Pete,  ¿de  qué  estás  hablando?  —preguntó  con


            voz ronca—. ¿Qué…? ¿Qué pasaba con mi abuelo?




            Pete empezó a andar hacia él, con los ojos fijos en el


            órgano  inmundo.  Cuando  llegó  a  la  escalera,  Joe


            creyó  que  la  realidad  iba  a  hacerse  añicos  en


            cualquier  momento,  que  se  resquebrajaría  en  un


            mar  de  estrías  oscuras  y  que,  al  caer  al  suelo,  lo


            haría con un retumbar estridente que sería como un


            alarido  agudo  e  insoportable,  y  detrás  no  habría






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