Page 200 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
P. 200

desarrollaba todo. En algún momento (recordaría


            luego) miró alrededor y vio gente que apartaba la


            mirada. Un niño que lo observaba con ojos como


            platos  fue  apartado  por  su  padre  con  un  gesto


            piadoso.  Asistió  a  todo  eso  sin  formular  ningún


            juicio  moral,  sin  valorar  la  situación  o  la


            indiferencia  de  aquellas  personas;  no  sintió



            angustia, ni frustración, ni impotencia o tristeza. Iba


            a morir. Y eso era todo.



            En aquella ocasión, la suerte, o quizá el destino, se


            puso finalmente de su lado. Tan inesperadamente


            como había empezado, la crisis pareció remitir: de


            repente, los pulmones dejaban entrar aire otra vez.


            En medio de horribles sibilancias, Joe se aferró a ese



            pequeño  aliento  como  un  hombre  a  la  precaria


            repisa de un abismo. De repente, la esperanza era


            otra  vez  su  emblema  y  su  lanza,  y  Joe  luchó,


            aferrándose a la vida con manos trocadas en garras


            desesperadas.  En  una  de  ellas  llevaba  todavía  el


            inhalador;  sorprendentemente,  había  conseguido


            no  dejarlo  caer.  Aunque  al  principio  se  creyó


            incapaz  de  manejarlo  y  lograr  inhalar  el


            medicamento,  de  alguna  manera  logró  poner  los



            labios  alrededor  del  aparato.  La  acción  del


            mecanismo casi le hizo verter lágrimas de alegría,


            pero ni siquiera pudo escuchar el particular siseo







                                                                                                          199
   195   196   197   198   199   200   201   202   203   204   205