Page 201 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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del  gas;  era  como  si  tuviera  ya  los  sentidos


            embotados. Había estado cerca. Demasiado cerca.



            Pero  salió  de  aquella  y  una  semana  después


            visitaba a un alergólogo que le hizo un tratamiento


            completo. Le pincharon en el brazo y le inocularon


            todo tipo de sustancias: las múltiples rojeces fueron


            del todo reveladoras. Su problema resultó ser algo



            tan simple, en apariencia, como la alergia (desde las


            más comunes como las gramíneas y ácaros a otras


            más inusuales pero igualmente peligrosas), así que


            se vacunó con un tratamiento especial que duró seis


            meses. Gotas debajo de la lengua tres veces al día y


            un  par  de  pastillas.  Desde  entonces,  Joe  mejoró.


            Penurias que formaban parte de su vida, como el



            picor de ojos, de garganta o los resfriados eternos,


            desaparecieron  del  todo.  Joe  dejó  de  sentir  la


            necesidad de usar el inhalador y, con el devenir de


            los años, acabó olvidándose de él.



            Ahora,  sin  embargo,  sentado  en  el  suelo  de  la


            cabaña  del  abuelo  Cerón  Harper,  Joe  revivía


            aquellos  momentos.  Las  mismas  sensaciones



            volvían  otra  vez:  la  bruma  blancuzca,  el  suave  y


            lejano  zumbido  en  los  oídos  que,  de  pronto,  se


            convertía en un pesaroso silencio…



            Pero no había inhalador.









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