Page 276 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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aquello  era  también  el  Pozo,  y  Joe  parecía  estar


            combatiéndolo.



            Allen  se  puso  a  su  lado  y  lo  imitó,  y  ambos


            permanecieron  todavía  un  rato  así  hasta  que


            empezaron a encontrarse mejor. Cuando ese miedo


            repentino  hubo  desaparecido  en  cierta  medida,


            Allen abrió los ojos y se encontró a Joe frente a él,



            sonriéndole.  Allen  asintió,  inundado  de  una


            repentina camaradería.



            —Está bien —dijo Joe suavemente—. Está bien.



            Siguieron  las  huellas  en  la  nieve,  esta  vez  de


            pisadas: las huellas de Pete. Nacían junto a la puerta



            del coche e iban derechas al Pozo. En un momento


            dado, el rastro se volvió difícil de leer: había nieve


            revuelta por todas partes. Joe examinó la zona con


            cuidado hasta que súbitamente comprendió lo que


            había  pasado:  Pete había  debido  de  resbalar  y  se


            había caído. Ese descubrimiento le hizo sonreír; le


            daba  un  carácter  de  manifiesta  humanidad,  un


            atisbo  de  debilidad,  a  aquel  demonio  que  el  día


            anterior  había  subido  por  una  escalera  de  mano



            haciendo gala de un equilibrio imposible.



            Luego llegaron al Pozo.



            Era una boca que se abría en el suelo y descendía en


            diagonal,  internándose  en  la  tierra.  La  roca  era


            negra, antigua, cubierta por un musgo podrido y de



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