Page 322 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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—¡Joe!



            Entonces, Allen gritó. Fue un grito agudo e intenso


            que  arrancó  ecos  desaforados  del  techo  de  la


            caverna,  pero  sirvió  para  que  Joe  reaccionase.


            Empezó  a  disparar.  Los  clavos  volaron  en  todas


            direcciones  y  alcanzaron  a  los  espeleólogos


            muertos; perforaban sus trajes, hacían retroceder y



            bailar  sus  brazos  como  si  estuviesen  rellenos  de


            serrín  y  arrancaban  sonidos  metálicos  cuando


            golpeaban sus cascos; pero ninguno sucumbía.



            Allen se puso en pie. Aún aullaba cuando se giró


            para empezar a correr.




            Joe seguía disparando. Apretar el gatillo era todo lo


            que podía hacer, y lo único que aún hacía latir su


            corazón. Veía los clavos impactando en unos y en


            otros, y seguía alimentando la esperanza de que el


            siguiente fuera el que los hiciera caer. Pero eso no


            ocurría.



            —¡JOE! ¡PARA, JOE! ¡PARA!




            Era Allen, hablando desde algún punto situado a su


            espalda. Joe siguió disparando. ZIP, ZIP, ZIP, los


            clavos  silbaban  en  el  aire  mientras  los  espectros


            avanzaban, inexorables.



            Una mano se posó en su hombro.




            —¡JOE, DEJA DE DISPARAR!




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