Page 318 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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tan pronto se desviaba a un lado como a otro. Lo


            cierto  era  que  Joe  también  podía  sentir  cómo  esa


            sensación  asfixiante  lo  consumía  lenta  pero


            inexorablemente, como las llamas lamen la carne de


            un  asado.  Sin  embargo,  no  creía  que  un  poco  de


            meditación o una charla al respecto fuese a mejorar


            las cosas. Demasiado bien sabía que lo único que



            podía ayudar en ese momento era llegar al final de


            su viaje. Encontrar a Pete, el corazón y el portal, y


            terminar con todo aquello de una manera o de otra.



            El  túnel  se  ramificaba  a  los  pocos  metros  en  una


            especie  de  laberinto  de  corredores.  Allen  iba


            delante,  y  parecía  escoger  unos  u  otros


            aleatoriamente; sin embargo, Joe no dijo nada. En



            algún momento cambiaron las pilas de las linternas,


            que  iluminaban  ya  de  una  manera  febril  y


            macilenta. Tenían que llegar a su destino antes de


            que  volvieran  a  agotarse,  porque  no  tenían  más


            repuestos.  Allen  no  pareció  darse  cuenta,  y  si  lo


            hizo,  no  dijo  nada,  pero  a  Joe  le  temblaban  las


            manos cuando cambiaba las pilas: se daba cuenta


            de  que  aquel  era  un  punto  de  inflexión,  de  no


            retorno. Hacía mucho que había comprendido que



            recorrer  la  cueva  en  sentido  contrario  sería  una


            prueba  física  durísima,  pero  hacerlo  a  oscuras  lo


            convertía en una imposibilidad. Las pilas agotadas


            en su mano se volvieron, por tanto, un símbolo de



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