Page 362 - Vienen cuando hace frio - Carlos Sisi
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Todo aquello no podía ser una coincidencia. Tenía
que ser algo, representar algo. Joe aspiró una buena
bocanada de aire.
Decidió ir allí, sin perder de vista la ventana. El
demonio, sin embargo, no volvió a asomarse. Joe
llegó hasta el portal, cerrado por una enorme puerta
de madera delicadamente tallada, pero cuando la
tocó, la escena volvió a esfumarse ante sus ojos.
El Pozo.
Al menos era una cueva, aunque las paredes
estaban recubiertas de un hielo tan límpido que
parecía etéreo y sobrenatural; formaba capas y
suaves líneas de un millar de tonalidades de azul,
espectaculares en su despliegue y formaciones. Su
belleza era indescriptible: no había ni una sola
angulosidad, todo conformaba una única superficie
redondeada, pulida y suave en apariencia. Cuando
ese escenario se formó ante él, Joe no pudo evitar
abrir la boca de puro asombro.
Una voz le llamó desde algún punto a su espalda.
—¡Joe!
Se dio la vuelta, sobrecogido, esperando ver a la
mujer del camisón blanco con una boca enorme y
llena de dientes exageradamente grandes. En lugar
de eso vio a una figura recortada contra una luz
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