Page 74 - Enemigo Mío - Barry B. Longyear
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umbilicales  con  fibra  de  bayas  y  después  los  corté.  Jeriba

        Zammis se había liberado de la carne muerta de su padre.



               Sostuve  la  roca  sobre  mi  cabeza  y  a  continuación  la


        descargué  con  toda  mi  fuerza  sobre  el  hielo.  Saltaron

        fragmentos  allí  donde  había  golpeado,  descubriendo  el

        verde oscuro que había debajo. De nuevo, levanté la roca y

        la descargué, separando otra roca. La recogí, me levanté y la


        llevé hasta el cadáver medio enterrado del dracón.



               —El drac —musité.



               Limítate  a  llamarlo  «el  drac».  Cara  de  sapo.  Reptil.  El

        enemigo. Llámalo como quieras para aislar esos sentimientos

        del dolor.



               Contemplé el montón de rocas que había amontonado,


        decidí  que  bastaba  para  completar  la  tarea  y  después  me

        arrodillé  junto  a  la  tumba.  Mientras  colocaba  las  rocas

        encima, sin pensar en el aguanieve empujado por la ventisca

        que  congelaba  mis  pieles  de  serpiente,  me  esforcé  en


        contener las lágrimas. Di palmadas para ayudar a restituir la

        circulación. La primavera se acercaba, pero todavía resultaba

        peligroso permanecer fuera demasiado tiempo, y yo había

        estado  mucho  tiempo  construyendo  la  tumba  del  dracón.


        Cogí otra roca y la puse en su sitio. Cuando el peso de la roca



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