Page 85 - Enemigo Mío - Barry B. Longyear
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no es ser tú mismo.
Me arrodillé junto a la tumba y, con mis manos arañé las
rocas cubiertas de hielo.
—¡No me hables ahora, drac! ¡Estás muerto!
Pero me detuve al comprender que las palabras que
había oído procedían del Talman. Me desmayé sobre las
rocas, sentí el viento y me puse en pie.
—Jerry, Zammis no come. Ya hace tres días. ¿Qué hago?
¿Por qué no me explicaste algo sobre los mocosos drac antes
de que…? —Me llevé las manos a la cara—. Tranquilo, chico.
Sigue así, y te meterán en un manicomio.
El viento me empujaba por la espalda. Bajé las manos y
me alejé de la tumba. Estaba sentado en la cueva, mirando
fijamente el fuego. Ya no oía el viento más allá de las rocas,
y la madera estaba seca, haciendo que la hoguera fuera
ardiente y silenciosa. Tamborileé con los dedos en mis
rodillas, después me puse a canturrear. El ruido, de
cualquier clase, servía para ahuyentar la opresiva soledad.
—Hijo de puta. —Reí y asentí con la cabeza—. Sí, de
verdad, y kizlode va nu, dutschaat.
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