Page 80 - Enemigo Mío - Barry B. Longyear
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que yo alimentaba con odio: odio al planeta con su eterno
frío, vientos eternos y aislamiento eterno; odio al indefenso
niño amarillo con su desgarradora necesidad de atención,
alimento y un afecto que yo no podía ofrecer; y odio hacia mí
mismo. Me encontré haciendo cosas que.
me asustaban y disgustaban. Para romper la sólida
muralla de estar solo, hablaba, gritaba y cantaba para mí:
maldiciones en voz alta, palabras sin sentido y gritos
absurdos.
Los ojos de Zammis estaban abiertos, y el niño agitó un
brazo rechoncho y canturreó. Cogí una piedra grande,
avancé tambaleante hasta ponerme al lado del niño y sostuve
el peso sobre el pequeño cuerpo.
—Podría dejar caer esto, chico. ¿Qué te pasaría entonces?
—Noté que la risa acudía a mis labios. Tiré la roca a un
lado—. ¿Por qué ensuciar la cueva? Fuera. Te pongo fuera un
momento, ¡y te mueres! ¿Me oyes? ¡Te mueres!
El niño agitó sus manos de tres dedos en el aire, y lloró.
—¿Por qué no comes? ¿Por qué no cagas? ¿Por qué no
haces nada normal, excepto llorar?
El niño lloró con más fuerza.
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