Page 554 - El Jugador - Iain M. Banks
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‐‐¡Ah! Eso ya me recuerda un poco más a lo que ocurre

            en nuestra sociedad... ¿Y qué hace esa unidad?


                  ‐‐Te sigue adonde quiera que vayas y se asegura de

            que no vuelvas a hacerlo.

                  ‐‐¿Y eso es todo?


                  ‐‐¿Qué  más  quiere  que  haga?  Significa  la  muerte

            social, Hamin. No te invitan a muchas fiestas, ¿sabe?

                  ‐‐Ah, pero en su Cultura siempre queda la posibilidad


            de colarse sin invitación, ¿verdad?

                  ‐‐Supongo  que  sí  ‐‐admitió  Gurgeh‐‐.  Pero  nadie  te

            dirigiría la palabra.

                  Lo  que  Hamin  le  contó  sobre  el  Imperio  sólo  sirvió


            para que Gurgeh comprendiera un poco mejor lo que le

            había dicho Shohobohaum Za. El Imperio era una joya,

            por  muy  horribles  y  peligrosamente  cortantes  que

            pudieran ser sus aristas. La opinión distorsionada de lo


            que los azadianos llamaban «naturaleza humana» (era la

            frase  que  utilizaban  siempre  que  se  veían  obligados  a

            justificar algo inhumano y antinatural) resultaba bastante


            más  fácil  de  entender  teniendo  en  cuenta  que  estaban

            rodeados  y  sumergidos  en  el  Imperio  de  Azad,  el

            monstruo  que  ellos  mismos  habían  creado  y  que


            demostraba a cada momento poseer un salvaje instinto de

            autoconservación  (Gurgeh  no  logró  encontrar  otra






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