Page 736 - El Jugador - Iain M. Banks
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La nave avanzó lentamente por el extremo de un
campo tensor que tenía tres millones de kilómetros de
longitud igualando poco a poco su velocidad. La
estructura de metal grisáceo dejó atrás un muro
monocristalino y empezó a descender a través de la cada
vez más espesa atmósfera de la Placa. Desde quinientos
kilómetros de altura las dos masas de tierra y mar ‐‐la que
había más allá de donde estaban era roca medio oculta
por las nubes y la que se encontraba a continuación era
tierra aún en proceso de formación‐‐ resultaban
perfectamente visibles en la noche despejada.
La Placa que había al otro lado del muro de cristal era
muy nueva. La masa de oscuridad que unos ojos
humanos habrían creído estaba vacía era inmensa, y la
nave podía distinguir los haces emitidos por los radares
de las máquinas que iban creando el paisaje cuando
llegaban del espacio con sus cargamentos de rocas. La
nave contempló como un asteroide gigantesco estallaba
en la oscuridad produciendo un perezoso surtidor rojo de
roca fundida que fue cayendo lentamente sobre la nueva
superficie o fue atrapada por los campos para ir cobrando
forma en el vacío antes de que se le permitiera posarse
encima de la Placa.
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